1. ¿Es de temer una nueva guerra?
Los gobiernos de Europa gastan enormes sumas del presupuesto nacional en armamentos. Es notorio que ni los simples revólveres se compran para adornar los salones, sino para servir al asesinato y al suicidio. Con mayor razón es imposible suponer que los cruceros, los submarinos, los carros de asalto, etc., están destinados al turismo pacífico.
2. ¿Cuáles son las causas que pueden provocar la guerra?
La causa esencial es innegablemente el hecho mismo de la existencia de los capitalistas, cuya pasión de lucro ha tomado el carácter de una enfermedad muy próxima a la satiriasis. No es preciso demostrar lo monstruoso de la existencia de una clase poco numerosa, mejor dicho, de un grupo de monomaníacos que, habiendo acaparado las riquezas de la tierra disponen caprichosamente, y sin contraer la menor responsabilidad, de la vida de los pueblos, es decir, de las masas trabajadoras. La criminal actividad de esas gentes ha sido denunciada con gran exactitud, hace quince siglos por uno de los Padres de la Iglesia. Lactancio, llamado “el Cicerón cristiano”.
En su obra De la verdad, capítulo VI, dice textualmente lo que sigue: Ha comenzado a acumularse en los viviendas de unos cuantos aquello que antes usaban libremente todos los hombres. Para esclavizar a los demás, esos pocos hombres se han puesto a acaparar los objetos de primera necesidad y a montar una severa guardia alrededor de esos bienes, dones del Cielo, que se habían apropiado con el único objeto de satisfacer su avidez y su pasión de lucro. Después de lo cual, han establecido las leyes más inicuas, bajo la máscara de la justicia, con el fin de salvaguardar, contra la fuerza del pueblo, su avaricia y su bandidaje, empleando la violencia, la riqueza o el terror. Al alejarse de toda verdad, han querido instaurar entre ellos una orgullosa y arrogante desigualdad, se han elevado impúdicamente sobre los demás hombres y se han distinguido por sus vestidos y sus armas. Lactancio no es una excepción.
El crimen de la existencia del régimen capitalista ha sido demostrado por todos los que no han perdido la buena costumbre de pensar honestamente. Sismondi, economista, alejadísimo del socialismo, se daba perfecta cuenta, al comenzar el siglo XIX de que “la mayor parte de los gastos necesitados por la organización social está destinada a la defensa de los ricos contra los pobres”….
Es sabido que todos los testimonios de esos hombres honrados fueron científica e indiscutiblemente fundados por Carlos Marx y que, apoyándose en la filosofía de la Historia de Marx y Engels, y desarrollándola hasta su fin lógico, ha demostrado Vladimir Lenin a la clase obrera rusa el camino práctico y directo para liberarse de la pesada contrariedad de los hombres insensatos e inútiles.
El crimen de la existencia del régimen capitalista ha sido demostrado por todos los que no han perdido la buena costumbre de pensar honestamente. Sismondi, economista, alejadísimo del socialismo, se daba perfecta cuenta, al comenzar el siglo XIX de que “la mayor parte de los gastos necesitados por la organización social está destinada a la defensa de los ricos contra los pobres”….
Es sabido que todos los testimonios de esos hombres honrados fueron científica e indiscutiblemente fundados por Carlos Marx y que, apoyándose en la filosofía de la Historia de Marx y Engels, y desarrollándola hasta su fin lógico, ha demostrado Vladimir Lenin a la clase obrera rusa el camino práctico y directo para liberarse de la pesada contrariedad de los hombres insensatos e inútiles.
En Lyon, antes del ataque aéreo proyectado contra la ciudad, fueron distribuidas entre la población máscaras contra los gases y organizados servicios de asistencia médica. La ciudad estaba defendida por escuadrillas de aviones extra potentes, proyectores y cañones contra aviones. Sin embargo, el destacamento que atacaba logró volar sobre la ciudad y bombardearla copiosamente. Las últimas maniobras han puesto de manifiesto que los cañones contra-aviones no pueden ser de gran utilidad, porque los aeroplanos pueden elevarse cada vez más y librarse de la explosión de las granadas. Como las maniobras inglesas han demostrado, la población civil sufre más que el enemigo las consecuencias de la explosión de granadas. Lo que ha costado al pueblo francés la guerra de 1914-1918, y lo que habría podido tener si esta guerra no hubiese tenido lugar. El periódico Vu ha hecho bien sus cálculos. Se han gastado 887 miles de millones de francos, dinero perteneciente al pueblo trabajador, ya que no es posible encontrarlo de otro origen. ¡Y cuántos hombres útiles, cuyo valor social no puede ser calculado, han perecido! En todos los Estados, si no me equivoco, existen leyes que tienden a evitar los crímenes. Creo que la conclusión lógica directa de esas amenazas de guerra debe ser esta: las gentes que se proponen organizar, para defender sus miserables intereses, un extermino en masa de seres humanos, deberían ser confinadas. Hay procedimientos bastante humanitarios para confinar a esos elementos socialmente peligrosos; por ejemplo, se les podía deportar a las islas Salomón o a otros lugares habitados por caníbales. Estoy profundamente convencido de que no puede ser considerada mi proposición como feroz, sobre todo tratándose como se trata de los señores Churchill, Chamberlain, arzobispo de Canterbury, Poincaré y tutti quanti.
El arzobispo de Canterbury ha leído con seguridad las obras de San Jerónimo; debe recordar que este santo “vio con sus propios ojos, cuando era joven, en la Galia, a los “Atticots”, tribu británica que se alimentaba de carne humana”. Los que “presiden los destinos de Europa”, una vez deportados con los caníbales, serían autorizados a recobrar sus antiguos gustos. Pero en lugar de conformarse con la ley que autoriza a prevenir el crimen, en vez de preconizar el proyecto de aislamiento de los criminales, Caillaux llega a una conclusión inesperada: según él, la salvación de la humanidad está en la vuelta al antiguo mito de Prometeo: los hombres deben encadenar al nuevo Prometeo. “Si el hombre quiere existir, tendrá que encadenar al nuevo Prometeo: la Ciencia.” Véase a qué barbaridad conduce el poder de los capitalistas, de la clase cuyos ideólogos afirman que ella es la creadora y la guardiana de la civilización. El capitalismo estima que la ciencia le ha dado los suficientes recursos para sostener guerras intestinas y para organizar su defensa contra la clase obrera; de modo que ¡basta de ciencia! No es, pues, extraño que Europa, lo mismo que los Estados Unidos de América, eche al mundo sus propios Bryan, de “frente baja” y que, dentro de poco, seamos testigos de procesos “simiescos” en que los obispos hagan de acusadores. No veo por qué no han de restablecer los capitalistas la Inquisición. El empobrecimiento intelectual de Europa es la prueba más clara de que el capitalismo trabaja por la ruina de la civilización.
3. ¿Qué puede emprenderse para evitar la guerra?
Hay que hacer lo que se ha hecho en la Unión Soviética. Para poner fin a la realidad tarada se necesita un comienzo. La clase obrera ha hecho bien comenzando por instaurar su poder en el país. Los resultados obtenidos desde hace trece años provocan el odio salvaje de los bandidos del mundo entero, pero se atraen y continúan atrayéndose las simpatías activas de las masas obreras del globo y de todas las personas honradas. Pienso, en fin, que no se puede hablar de la “soberanía de la nación” allí donde el soberano es ese monstruo que se llama capitalismo.1931.
* Extraído de la selección de textos políticos de Máximo Gorki, ¡En Guardia! Ediciones Europa-América, 1935, y escrito originariamente para una edición especial “La próxima guerra”, de la revista francesa Vu, nº 152 de 1931. Vu, fue una revista ilustrada creada en 1928 en París, por Lucien Vogel, caracterizada por un marcado compromiso revolucionario, Vogel sería destituido por el desacuerdo de los accionistas tras su apoyo directo al Frente Popular de la República durante la guerra civil española, la revista vería su fin en 1940.
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