sábado, 18 de abril de 2015

La liberación nacional es necesariamente un acto de cultura/ Amilcar Cabral

Siempre que Goebbels, el cerebro de la propaganda nazi, escuchaba a alguien hablar de cultura, sacaba la pistola. Eso demuestra que los nazis eran y son la mas trágica expresión de imperialismo y de sed de dominación. Pero, incluso si todos ellos estaban enfermos como Hitler, tenían una idea clara del valor de la cultura como factor de resistencia a la dominación extranjera. La historia nos enseña que, en determinadas circunstancias, es muy fácil para un extranjero imponer su dominio sobre un pueblo. Pero la historia también nos enseña que, sea cual sea el aspecto formal de esa dominación, no puede sostenerse sino por la represión permanente y organizada de la vida cultural del pueblo en cuestión. Sólo se puede afianzar firmemente si destruye físicamente una parte significativa del pueblo dominado. De hecho, para dominar una nación por la fuerza de las armas es necesario destruir o al menos neutralizar y paralizar su cultura. Durante el tiempo en que un sección de la población es capaz de tener una vida cultural, la dominación extranjera no puede asegurar su perpetuación. En un momento dado, dependiendo de factores internos y externos que determinan la evolución de la sociedad en cuestión, la oposición cultural (indestructible) tomará nuevas formas (política, económica, militar) con el fin de plantear un serio desafío a la dominación extranjera.

La situación  ideal para la dominación extranjera, ya sea imperialista o no, será una de estas dos alternativas: - o liquidar prácticamente a toda la población del país dominado, eliminando así toda posibilidad de resistencia cultural; o tener éxito en imponerse sin adversarios a la cultura de los pueblos dominados, armonizando la dominación económica y política de ese pueblo con su personalidad cultural. La primera hipótesis implica el genocidio de la población indígena y crea un vacío que quita a la dominación extranjera su contenido y objetivo: la dominación del pueblo. La segunda hipótesis no ha sido hasta ahora confirmada por la historia. El gran almacén de experiencias de la humanidad, demuestra que esto no tiene viabilidad práctica: es imposible armonizar la dominación económica y política de un pueblo, sea cual sea su grado de desarrollo social, con la preservación de su cultura. Con el fin de evitar esta alternativa que podríamos llamar el dilema de la resistencia cultural - colonial, la dominación imperialista ha tratado de crear teorías que, de hecho, no son más que formulaciones racistas expresadas en la práctica a través de un permanente asedio a las poblaciones indígenas, sobre la base de una racista (o democrática) dictadura. Por ejemplo, es así el caso de la llamada teoría de la progresiva asimilación de las poblaciones nativas, que resulta ser nada más que un intento de destruir de una forma más o menos violenta, la cultura del pueblo en cuestión. El fracaso de esta "teoría", puesta en práctica por varias potencias coloniales, de los cuales Portugal es el caso más notable, proporciona la prueba más clara de su inviabilidad si no de su inhumanidad. 

Se llega al más alto grado de absurdo en el caso de Portugal, con la afirmación de Salazar de que África no existe. Igualmente el caso de la llamada teoría del Apartheid, creado, aplicado y desarrollado sobre la base de la dominación económica y política por una minoría racista, con todos los crímenes contra la humanidad que esto implica. El Apartheid se caracteriza por la explotación frenética de la mano de obra de las masas africanas, representado en el mayor y mas cínico campo de concentración que la humanidad haya conocido jamás. 

El valor de la cultura como elemento de resistencia a la dominación extranjera, radica en el hecho de que, en el contexto ideológico o idealista, es la manifestación vigorosa de la realidad materialista e histórica de la sociedad bajo la dominación, o a punto de ser dominada. Fruto de la historia de un pueblo, la cultura determina simultáneamente la historia, por influencia positiva o negativa sobre el desarrollo de las relaciones entre el hombre y su medio ambiente, entre los hombres o grupos humanos dentro de una sociedad y entre las diferentes sociedades. La ignorancia de este hecho podría explicar tanto el fracaso de varios intentos de dominación extranjera como algunos movimientos de liberación nacional.

Vamos a ver que es la liberación nacional. Considere el fenómeno de la historia en su contexto contemporáneo, es decir, la liberación nacional ante la dominación imperialista, a diferencia de otros tipos de dominación extranjera que le precedieron (Tribal, aristocrático y militar, feudal y capitalista de libre competencia). La característica principal, de cualquier tipo de dominación imperialista, es la negación del proceso histórico de los pueblos dominados mediante la usurpación,( el robo violento) del libre desarrollo de las fuerzas productivas.
Pero en una sociedad dada, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas,el uso social de estas fuerzas y su régimen de propiedad determina el modo de producción. En cuanto a nosotros, el modo de producción, cuyas contradicciones se manifiestan en mayor o menor medida a través de la lucha clases, es el factor principal en la historia de cada grupo humano, y el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas el verdadero motor  permanente de la historia. Hablar del modo de producción es hablar de la historia, pero también es hablar de cultura.
La cultura, independientemente de las características ideológicas o idealistas en que se exprese, es un elemento esencial de la historia de un pueblo. Es tal vez el resultado de esta historia como la flor es el resultado de una planta.
Al igual que la historia, o porque es la historia, la cultura tiene como base material el nivel de las fuerzas productivas y el modo de producción. La cultura hunde sus raíces en el humus de la realidad material del entorno en que se desarrolla y refleja la naturaleza orgánica de la sociedad, que puede estar más o menos influenciada por factores externos. La historia nos permite conocer la naturaleza y el alcance de los desequilibrios y conflictos (económicos, políticos y sociales) que caracterizan la evolución de una sociedad, la cultura nos permite saber qué síntesis dinámica ha sido establecida y formada por la conciencia social, para la resolución de esos conflictos en todas las etapas de la evolución de esa sociedad, en la búsqueda de la supervivencia y el progreso.
Al igual que ocurre con la flor en una planta, la capacidad (o responsabilidad) para formar y fertilizar el germen que asegura la continuidad de la historia radica en la cultura, garantizando al mismo tiempo las perspectivas de evolución y el progreso de la sociedad en cuestión. Así se entiende que la dominación imperialista, negando a los pueblos dominados su propio proceso histórico, necesariamente niega su proceso cultural. Además, se entiende que el ejercicio de la dominación imperialista, como toda otra dominación extranjera, por su propia seguridad requiere de la opresión cultural y el intento de destrucción directa o indirecta de los elementos esenciales de la cultura de los pueblos dominados.

El estudio de la historia de las luchas de liberación nos muestra que por lo general han sido precedidos por una intensificación de las manifestaciones culturales, endurecidas progresivamente en un intento, exitoso o no, para afirmar la personalidad cultural de los pueblos dominados por un acto de negación de la cultura del opresor. Cualesquiera que sean las condiciones de sometimiento de un pueblo a la dominación extranjera y la influencia de los factores económicos, políticos y sociales en el ejercicio de esta dominación, por lo general es en el factor cultural en el que encontramos el germen de desafío que conduce a la estructuración y el desarrollo del movimiento de liberación.

En nuestra opinión, el fundamento de la liberación nacional reside en el derecho inalienable de todos los pueblos a tener su propia historia, cualesquiera que sean las formulaciones adoptadas en el derecho internacional. Por tanto, el objetivo de la liberación nacional es recuperar este derecho, usurpado por la dominación imperialista, a saber: la liberación del proceso de desarrollo de las fuerzas productivas nacionales. Así que existe la liberación nacional cuando, y sólo cuando las fuerzas productivas nacionales han sido completamente liberadas de todo tipo de dominación extranjera. La liberación de las fuerzas productivas y, consecuentemente, de la capacidad de determinar libremente el modo de producción más adecuado a la evolución de los pueblos liberados, necesariamente abre nuevas perspectivas para el proceso cultural de la sociedad en cuestión, remitiendo a toda su capacidad para crear progreso.

Un pueblo que se libre a si mismo de la dominación extranjera no serán culturalmente libre a menos que, sin menospreciar la importancia de las contribuciones positivas de la cultura del opresor y otras culturas, vuelva a los senderos de su propia cultura. Esta última se nutre de la realidad viviente del entorno y rechaza las influencias dañinas tanto como cualquier tipo de sometimiento a las culturas extranjeras. Vemos, pues, que, si la dominación imperialista tiene la imperiosa necesidad de practicar la opresión cultural, la liberación nacional es necesariamente un acto de cultura.

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